Por el bienestar animal en Cuba: un refugio protegido por San Lzaro

Publish date: 2024-05-26

SANTA CLARA, Cuba. – Nada más traspasar el portón que abre el acceso al refugio, una cuadrilla de perros, grandes y pequeños, se abalanzan hasta la entrada agitando las colas y olisqueando con nobleza a los visitantes. Hay cerca de 10 o 15 en el bando, algunos bastante ajados, flacuchos o cojos de las patas delanteras. 

A una de las últimas cachorras que trajeron al lugar le propinaron tantos golpes en las calles que terminaron por desprenderle una parte de la mandíbula inferior. Gustavo sabe que es difícil que alguien quiera adoptarla y la deja dormitar los mediodías sobre su propio camastro. 

El refugio de Gustavo Mena Artola está tan lejos del centro de la ciudad, detrás de la zona hospitalaria, que pudiera parecer improbable que alguien recorra tanto trecho para ir hasta allí a abandonar sus mascotas, pero lo hacen, sin recato alguno. “Me los tiran por la mañana, antes de que me vaya a hacer mis cosas, porque saben que me levanto temprano”, narra Gustavito, protector de animales y creador de este hospicio para perros callejeros en Santa Clara.

En medio de la explanada cubierta con gravilla fina se levanta la figura de más de dos metros del viejo Lázaro. Gustavo le confía sus animales porque ha adorado al santo toda su vida y procura llevar al Rincón de La Habana las dádivas y las promesas que dejan allí los devotos. Hace un año, el mismo día 17, decidió utilizar todos sus ahorros para adecuar el lugar, aledaño a la colchonería donde trabaja, con perreras techadas y un contenedor donde él mismo pernocta.

“San Lázaro es el patrón del refugio. Mi perfil de Facebook se llama San Lázaro también. Siempre lo he tenido en la casa, aunque no siempre lo pudimos sacar a la calle. Hubo tiempos en que no estaba permitido ese tipo de altares. La gente se acerca y hace sus promesas. Todo lo que dejan las personas, el dinero como tal, lo llevamos al sanatorio o a la iglesia (Santuario de El Rincón)”. 

Alrededor de la imagen, más de 20 callejeros descansan en neumáticos y pedazos de tela, para sumar 45 en todo el refugio. Gustavo tiene 49 años y se despierta a las 4:30 de la mañana para procurarles el alimento, aun cuando apenas le alcanza el arroz para terminar el mes y ha tenido que pedir colaboración a los animalistas en grupos de redes sociales. Muchos han sido llevados allí por familias que deciden deshacerse de ellos, pero la gran mayoría fueron recogidos de las calles de Santa Clara para evitar las capturas reiteradas de Zoonosis. 

“Desde chiquito siempre tuve 10 o 15 perros”, afirma. “Después empecé a recogerlos cuando me los encontraba en la calle, los curaba y luego trataba de regalarlos. Cuando aquello no podía decir que era protector, ahora sí. No es lo mismo tener perras para que paran y paran, y después regalar sus cachorros, que tener conciencia de la importancia de la esterilización de las callejeras para evitar los propios maltratos”.

El ambiente huele a leña quemada porque han acabado de cocinar unos huesos para los animales. Un cachorro, “el matancero”, se estira sobre el zinc hirviendo en busca de calor. “Ese tiene una historia”, revela Gustavito. “A ese lo chocaron en Matanzas. La gente que venía en el carro empezaron a buscarlo en la carretera para salvarlo, pero nunca lo encontraron. Resulta que, cuando llegaron a Santa Clara, vieron una soguita colgando y el perro estaba metido entre el radiador y el motor. Estaba sano, pero muy flaco, míralo ahora lo gordo que está”.

En el refugio, Gustavo duerme en un espacio reducido con paredes de hierro. El dinero no le alcanzó para mayores empresas, pero lo poco que tiene lo comparte con sus perros. Con ayuda de amistades en el exterior logró comprarse dos neveras que le permiten guardar las sobras de cárnicos y todo lo que varios protectores donan a los callejeros para alimentarlos. 

“Al inicio solo calculé la mantención de 20 perros, porque era lo que me podía permitir con el arreglo de los colchones. Tenía planes de mejorar el refugio, pero llegó la pandemia. Tuve que coger 1.000 pesos que tenía para hacerme un cuarto en mi casa y dedicarlo a esto. Mi sueño es tener una clínica veterinaria, pero lo difícil de conseguir ahora es la comida de ellos. En la zona del hospital tengo muchísimos perritos que necesitan estar aquí pero no me alcanza la comida. Oye, se comen ocho libras de arroz al día”.

La escasez de alimentos en Cuba también ha afectado en gran manera a la comunidad animalista. Dos de los refugios que existen en Santa Clara, el de San Lázaro y el de la protectora Leidy Laura Hernández se mantienen gracias a la iniciativa de un grupo de jóvenes a quienes, incluso, se les ha hostigado por reclamar constantemente, en redes sociales, una ley de protección animal, o por denunciar las capturas de Zoonosis para “sanear” la ciudad ante la visita de dirigentes del Partido y el Gobierno. 

Refugio San Lázaro (Fotos de la autora)Refugio San Lázaro (Fotos de la autora)Refugio San Lázaro (Fotos de la autora)Refugio San Lázaro (Fotos de la autora)Refugio San Lázaro (Fotos de la autora)

Si bien se anunció que a finales de este año se aprobaría un decreto-ley que incluiría muchas de las demandas de los protectores de animales, la decisión parece haber sido postergada por la propia presión en redes sociales de los animalistas cubanos, que pedían que se tuvieran en cuenta sus propuestas específicas dentro de la norma jurídica. 

Según reseñó la página del Ministerio de la Agricultura (MINAG), la entidad encargada de redactar la norma legal, entre las solicitudes más frecuentes recibidas al correo electrónico del organismo estuvieron “la eutanasia, los métodos de sacrificio, el rol de Zoonosis, el uso de animales con fines religiosos, las peleas de perros y las lidias de gallos”. También se hace alusión a las multas en caso de zoofilia o conductas irresponsables.

El propio Javier Larrea, miembro del grupo Bienestar Animal en Cuba (BAC), realizó una directa en Facebook tras reunirse recientemente con los directivos del MINAG. “Anoche estuve en defensa del movimiento animalista”, dijo. “Fueron 72 propuestas que enviamos y me dijeron que de alguna forma estarían contempladas en el decreto-ley. Me interesé mucho en los criadores clandestinos y la compraventa de animales”.

Sin embargo, algunos animalistas se muestran aún escépticos con el contenido del decreto-ley y han afirmado en sus perfiles de Facebook que no tienen muchas esperanzas de que se comprendan realmente sus peticiones. Más allá de estos reclamos, los protectores y dueños de refugios, que aún no están reconocidos legalmente, también precisan de un mecanismo, que no sea burocrático, y que les permita algunas garantías para la compra de alimentos y medicinas. Hasta el momento, de no existir estos sitios de acogida, los perros callejeros serían llevados a los centros de Zoonosis y “sacrificados” a los 10 días. 

“Ni con dinero ya puedo conseguir nada”, lamenta Gustavo. “Lo fundamental es que salga una ley que sancione a quien abandone a un animal en la calle, aunque sea con una multa de cinco pesos. Quisiera que nos permitan, por ejemplo, llegar al matadero, decir que soy protector amparado legalmente, y que me vendan al menos los huesos para mis animales. Yo solo pido que San Lázaro me de salud para poder seguir cuidando a mis perros”.

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Laura Rodríguez Fuentes

Periodista. Ha escrito para Vanguardia, OnCuba, La Jiribilla y El Toque. Reside en Villa Clara

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